domingo, 9 de marzo de 2008

Meet the family.. one more time


Siguiendo la tradición de los días grises en Buenos Aires, ayer fuimos con Nico al bautismo de mi primo en medio de gotas gordas y semi gordas que acompañaban la marcha del 76.
La iglesia estaba intrincadamente metida en la geografía de Belgrano R. (o todavía era Villa Urquiza?? Quién lo sabe...), pero pudimos dar con ella de igual forma.Es raro encontrarse en una celebración tan clave como es un bautismo, sobretodo después de años sin pisar un templo.
Las cosas no cambiaron mucho, debo decir, pero se experimenta una especie de flashback involuntario, cuando es uno el que no es más chico, y se comporta tal y como años atrás lo hicieron papás/tíos/"gente grande" en general. Es como la participación especial de tu personaje, pero visto desde los ojos de tu yo en miniatura; como siendo vos mismo un "gente grande", pero aún no creyendote del todo el papel.
Nos trasladamos a la fiestita posterior, en la que por su puesto el agasajado jamás tuvo idea de lo que pasaba a su alrededor, menos aún del motivo de la reunión. Se durmió plácidamente hasta el momento de las fotos.
Para darse una idea cabal del lugar, diría que era una cruza entre fiesta de 15 de antaño (mesa dulce, dj de turno con temas ochentosos a la vanguardia, tías pelliscadoras de cachetes) , y reunión de egresados, del estilo "5/10/20 años después". ¡Si hasta se escapaban a la escalera para fumar a escondidas!
Me senté en el borde de la silla hasta que Nico me llamó la atención, cosa que según tratados de la comunicación no verbal, era señal inequívoca de que me quería ir. Es cierto: me quería ir. Pero también me quería quedar.
Es increible como la dualidad y ambivalencia de sentimientos te ataca en esos momentos. Es como querer ver carteles de "Exit" en todos lados, pero también es detenerte un segundo a escuchar al enano que te tira con la servilleta de tela y te dice: "Talia, te amo", sin tapujos y en vivo y en directo. Los chicos tienen una ternura brutal, y se hacen cargo completamente de ella.
No sé si es paranoia, o simplemente el hecho de que estas reuniones me ponen un poco incómoda, pero el sabor que me queda es semi-dulce.
Es en el medio de la nostalgia incurable y de la sonrisa a media hasta que digo: no hay nada más lindo que la familia unida. Pero sólo por un día, sólo por esta fecha, y sabiendo que al terminar, cada uno se va derechito a su casa. Si, y sólo si.



Adios!





Campanita*

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