jueves, 1 de mayo de 2008

Cry baby


Ayer fue un día poco común para la monotonía de la oficina, y justamente quien lo rompió, es la menos pensada.

Hay algunas personas que emanan no sé qué cosa que hace que cuando estén en un cuarto, todos se den vuelta a mirarlos. Es imnótico.

Hay otras, en cambio, que pueden ser confundidas con un ficus enano, porque da lo mismo que estén, que no estén; que hablen, o se callen. Su mutismo es inconfundible.

Y también está Liz: ella no cae en ninguna de las categorías antes mencionadas, y sin embargo... creo que debería tener una casilla para ella sola (y además, con otro no cabería, por cierto).

No habla demasiado, su presencia definitivamente no impacta, y lo que se dice no modifica ni cambia la vida de los demás, pero igualmente su presencia aporta...aunque sea para llenar la esencia de la gorda malvada de turno.

Pero ayer fue distinto, como les decía. Ayer realmente me sentí mal por no quererla.

Mientras escuchaba buena música, sentí que alguien se sonaba demasiado la nariz, y no disimulaba ni un poco.

Me saque los auriculares, y me di cuenta que además sollozaba. Y después llanto más fuerte, seguido de ruidos alevosos de cierres de locker, pc y ordanamiento brutal de escritorios.

No pude evitar ofrecerle mi ayuda, pero me rechazó de plano, como era de esperarlo.

Y se fue. Tan rápido como me di cuenta de su llanto, se fue.

Jamás me va a contar qué causó semejante conmoción, así que probablemente no me entere, ni pueda usar la información en su contra.

Pero me saluda más amablemente. Eso es un plus.




Adios!





Campanita*

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