viernes, 11 de abril de 2008

Office space



Recapitulemos: la última vez que hablé de mi oficina, parecía una colegiala enamorada por primera vez. Por su puesto que algo tenía que hacerme bajar de la nube nueve, y volver al mundo real: ese donde no todo el mundo es tan genial como parece.
Hace algo más de una semana, me vengo dando cuenta que la oficina es, hoy por hoy, un sistema de castas: no perteneces, no sos considerado; no perteneces, no podes entrar. Fin de la historia.
Sabemos que tengo un problema patológico, y que me gusta agradar. Sabemos, también, que le tengo fobia al abandono, y que haría lo que sea porque no me dejen (creanme, "lo que sea" es bastante literal cuando sale de mi boca).
Ok, quiero tomarme un momento para reflexionar: no es que le tengo miedo a la soledad como entidad; es más, me gusta tener mis momentos y espacios, como a todo ser humano que se precie de tal.
A lo que le tengo pavor es a que me dejen, situación de por sí bastante diferente. Si te gusta estar sola, conservás algo de mística; hasta podés ser considerada "misteriosa y atractiva". Pero si te dejan, al halo de "loser" no te lo saca nadie, especialmente si en tu cabeza sólo oís vocecitas que cantan : "Nadie te quiere, nadie te aguanta;te vas a quedar sola, lalala".
Sí, sé que puede ser considerado delirio de persecusión, inseguridad, los dos combinados; el estereotipo que más les guste. Pero para mi es real.
Tan real, tan tangible es, que a las presiones externas de cualquier trabajador en condición de nuevo tiene, les tengo que sumar las mías, y mis eternas ganas de complacer a todo el mundo, pero más que nada a mi.
Yo soy mi peor enemigo, mi más grande crítico y mi juez implacable.
Y de ese lugar nadie, ni siquiera los que me quieren, me pueden sacar.




Adios!






Campanita*

No hay comentarios: